La «Iglesia de San Francisco», entre improvisaciones, «falta de fondos», y muchos desaciertos, solo se le pintó el frente y nada más.
La provincia de Tucumán («Tuculandia», como solía llamarla el fallecido humorista, don Alberto Calliera), es conocida por su anarquía, falta de respeto a las normas, las improvisaciones, el caos, la violencia, la dejadez, entre otras tantas cualidades descalificativas (cualidades que son reconocidas y rechazadas, por las propias provincias del noroeste argentino -NOA-).
Ejemplo de ello es que, unos de los «Monumentos Históricos Nacionales», como lo es el «Templo de San Miguel Arcángel», más conocida como la «Iglesia de San Francisco», por los frailes que la habitaron y la condujeron durante más de 200 años, luego de la expulsión de la Compañía de Jesús (Jesuitas) de tierras españolas y portuguesas, a mediados del 1700.

Lo cierto es que, en el año 2020 (en plena «cuarentena por la pandemia del COVID-19), luego del domingo de la Pascua católica de ese año, los frailes de la Orden Franciscana (Menores), decidieron dejar de estar a cargo del Templo (la versión oficial fue: «Deseamos volver al origen del carisma franciscano, y retomar las vivencias del fundador, estableciéndonos en lugares pobres y vulnerables, de la república»); los cierto es que, también, el gobierno del presidente Mauricio Macri, dijo que envió u$s 6.000.000, para la restauración total del Templo y Convento, que nunca llegaron a la Orden; y luego, el gobierno del presidente Alberto Fernández, prometió otra partida (se desconoce el valor de la misma), que tampoco llegó a manos de los frailes (sospechoso, pero no raro en la Argentina, especialmente en Tucumán, dónde todo, y de a poco, se va quedando en «algunos peajes»).

Hoy, la Orden de Frailes Menores (Franciscanos), ya no se encuentran en Tucumán, el Monumento Histórico Nacional (que data su construcción original, desde el Siglo XVIII); el mismo quedó a cargo y propiedad de la Arquidiócesis de Tucumán, regida por Mons. Carlos Sánchez (quién tampoco puso demasiado empeño en recuperarla ediliciamente); en concreto, Nación e Iglesia Católica, poco y nada se demuestran interesados por los tesoros arquitectónicos e históricos de los argentinos y de los tucumanos (esto ya está naturalizado, Tucumán es un lugar cada vez más inculto).

Finalmente, con el aporte en dinero, de algunos notables tucumanos (privados), y otros pequeños fondos (no se sabe su procedencia), ya que no se observa ningún detalle, u obrador, que indique los detalles de la obra. Sin término, sin referencias, sin ideas, solamente se «restauró» el frente del Templo (calle 25 de mayo de 1810 n° 110), mientras que la medianera de calle Gral. José de San Martín al 500 continúa en malas y peores condiciones: «No Hay Plata», como dijera el presidente, Javier Milei.
Los memes, no se hicieron esperar, lo que refleja el ingenio tucumano para reírse de sí mismo (y no llorar). Nada ha cambiado, todo sigue igual, y peor. Lamentamos por le futuro de las generaciones jóvenes que, con cualidades, buscan el exilio como alternativa de vida y de un porvenir venturoso.
La salida de la Argentina, sigue siendo «Ezeiza».
Fuente: Editorial lasemana.news
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