«La Casta» no se mueve.

La vicepresidenta de la Nación, dejó el claro los intereses personales y partidarios, por sobre el bien común.

“Mi voto es positivo”. Con esa frase exultante Victoria Villarruel usó su poder de desempate para dar por aprobada la Ley Bases. El último gran desempate, fue allá, por el año 2008, el vicepresidente Cobos, votó «No Positivo», frente a una Resolución N° del entonces ministro de economía, Martín Lousteau la que, si era acordada, generaría un caos social de altas proporciones, ya que los productores agropecuarios mantenían los cortes de ruta a niveles nacionales y provinciales, con principios de escasez de elementos de primera necesidad, para el uso de la población. Sin embargo, el gobierno de ese entonces, a cargo de Cristina Fernández, viuda de Kirchner, nunca mandó a reprimir (ni con las FFSS, ni con sus grupos para militares -léase Sindicatos Poderosos-). Las Instituciones y los derechos, por sobre los derechos mismos, se respetaron.

El ajustado triunfo del grupo «Libertario», solo somo un gol de ventaja, ante el desempate; como en el potero: ¡mete gol, gana!

Para ello, compraron voluntades, votos, y consciencias sin moral. La ex senadora, actual planta permanente, en la misión argentina frente a la UNESCO (París, Francia), referente del Movimiento Popular Neuquino (Movimiento que cuenta con las manos manchadas por el asesinato que llevó a cabo la policía de ese gobierno, hablando del docente Carlos Fuentealba), quién porta el nombre de Carmen Lucila Crexell, bendecida con ese maravilloso cargo internacional, a cambio de votar en positivo por la «Ley de Pasta Base», Libertaria. La susodicha, pasará a cobrar un haber mensual de $7.000.000, a lo que marca la UNESCO, en pesos argentinos: $18.000.000. Y ya se la puede ver, a la feminino Crexell, usando una línea de carteras, mucho más caras y exclusivas, que las que usaba la ex presidenta Cristina Fernández, viuda de Kirchner.

Lo que queda claro es que, este gobierno libertario, pisotea todas y cada una de las normas e instituciones, y vulnera la división de poderes a su antojo, muestran de manera transparente una verdad menos evidente el resto del tiempo: «las instituciones del Estado no son para nosotros. No son nuestras. No están diseñadas para ser canal de la voluntad popular sino, más bien, para garantizar los privilegios de clase».

Los argentinos, jugamos y seguimos jugando un juego que no diseñamos y que, termina, inevitablemente en la frustración. Jugamos con los naipes marcados, bajo la fantasía de un fair play que no existe.

No hay manera de ganar: el poder económico siempre triunfa. A la corta o a la larga. Y si, algún pequeño avance podemos hacer, con mucho esfuerzo alguna vez, se borra de un plumazo a la primera ocasión. Esa es la cruda realidad que el momento nos muestra. 

No alcanza con cambiar de gobierno: hay que cambiar las reglas del juego.

Fuente: Perfil. Redacción lasemana.news
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