La «Doble Moral» de la FIFA.

Donde hay hijos… Y entenados…

La FIFA, el organismo rector del fútbol mundial, se ha visto envuelta en controversias y acusaciones de doble moral debido a sus decisiones sobre la participación de ciertas naciones en competiciones internacionales.

Un punto de fricción notable es la exclusión de Rusia de sus torneos, mientras que a Israel se le permite competir sin restricciones, a pesar de que ambos países han estado involucrados en conflictos armados de gran envergadura y ampliamente publicitados por ciertos medios de prensa paga y corrupta. Esta determinación, nos lleva a pensar, y a mostrarnos que, el poderío económico, social y político del mundo, está por encima de muchos, como en este caso Vladimir y su gente.

En el caso de Rusia, la FIFA tomó la decisión de suspender a su selección nacional, como a otros clubes de todas las competiciones internacionales tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022. Esta medida fue en línea con las sanciones impuestas por numerosas organizaciones deportivas y gobiernos a nivel global, citando «razones humanitarias» y «la violación del derecho internacional». La postura de la FIFA fue clara: el fútbol no podía ser ajeno a una situación de tal magnitud y era necesario enviar un mensaje contundente en favor de la paz y el respeto a la soberanía de las naciones.

Sin embargo, la situación de Israel contrasta fuertemente con la de Rusia. A pesar de décadas de conflicto con Palestina, y la Liga de los Países Árabes (principalmente, esgrimidos por cuestiones «religiosas» y «étnicas», pero que de trasfondo denota el deseo del sionismo de apoderarse de los recursos de hidrocarburos que poseen estos países, y como muestra basta un botón), y las recurrentes operaciones militares en los territorios ocupados, que han sido objeto de condena internacional por parte de diversas organizaciones de derechos humanos y la ONU, la selección israelí y sus clubes han continuado participando en las competiciones de la UEFA y la FIFA sin interrupciones. Esta disparidad ha llevado a acusaciones de que la FIFA aplica un doble discurso moral y rastrero, indigno de una entidad que engloba un deporte que, para muchos, es lo más sano y maravilloso que existe. Claro está, dónde las consideraciones políticas y económicas podrían influir en sus decisiones más allá de los principios éticos declarados.

Las voces críticas argumentan que, si bien la situación en Ucrania es grave, no debería ser la única que motive la exclusión de un país. Señalan que el conflicto palestino-israelí, sumado ahora con el de Irán, también ha resultado en un sufrimiento humano inmenso y violaciones de derechos fundamentales, lo que, bajo una lógica consistente, debería llevar a una postura similar por parte de la FIFA. La falta de una acción contundente contra Israel, en contraste con la rápida y severa respuesta hacia Rusia, alimenta la percepción de que la FIFA opera con un sesgo, aplicando sanciones de manera selectiva y en función de consideraciones geopolíticas o presiones externas.

En última instancia, la FIFA enfrenta el desafío de mantener su credibilidad como una organización imparcial y ética, pero la figura polémica de su presidente, Gianni Infantino, a lo que se le suma la presencia sospechosa de Mauricio Macri, al frente de la Fundación FIFA, desde el 2020, nos revela una percepción de doble moral, que socava la confianza en sus decisiones y empañar su imagen a nivel global. Para disipar estas acusaciones, sería fundamental que la FIFA establezca criterios claros y transparentes para la imposición de sanciones, aplicándolos de manera consistente y equitativa a todas las naciones, independientemente de su poder político o económico, y siempre con el bienestar humano y los principios deportivos como pilares fundamentales de su actuación.

Pero… Del dicho al hecho… Hay un largo trecho… Por ahora, es lo que hay, y ¡todos aplauden!

Editorial lasemana.news
editorial@lasemana.news